Aunque a veces el mundo se vea en blanco y negro, hay historias en las que simplemente no sabemos cómo reaccionar; ya sea porque nunca había sucedido o es tan confuso y extraño que no lo podemos procesar, simplemente nos quedamos pasmados y con un nudo en la garganta.
Esta es una de esas historias.
El señor Justino Silva, de 85 años, sufría un cáncer de huesos terrible. Ya llevaba combatiéndolo más de 2 años al final de una vida plena: trabajó en una compañía automotriz por más de 30 años; años en los cuales tuvo 5 hijos con un única esposa, María Silva, quien había fallecido 5 años atrás.
Al retirarse simplemente se dedicó a la jardinería, cuidar su casa y, mucho más importante, a sus nietos. Sin embargo, cuando le diagnosticaron el cáncee a los 83 años después de muchos males, ya no pudo hacer nada de esto: todos sus días se dedicaban al pesado tratamiento.
Según nos dijeron sus hijos, los últimos 6 meses fueron una tortura. No solo Don Justino vivía a base de aparatos, sino que la morfina se volvió parte de su dieta: en cuanto pasaba el efecto de una dosis necesitaba otra porque el dolor que sentía no lo dejaba ni dormir.
En esos últimos 6 meses Don Justino pedía todos sus días a sus hijos que lo desconectaran para morir en paz.
La Eutanasia, que es provocar intencionalmente la muerte a una persona con una enfermedad incurable, está prohibida en Uruguay. Y a pesar de que dos de sus cinco hijos querían practicarla, no solo no podían: los otros 3 deseaban estar con su papá hasta el último minuto.
El 10 de agosto del 2015 Don Justino se quedó con su nieto, el pequeño Diego Silva de 7 años.
Mientras su papá, Antonio Silva, salió a encargarse de unos asuntos por unos minutos, Don Justino platicaba con su pequeño nieto.
Según nos contó Dieguito, su abuelo le dijo que le molestaba la luz, y le pidió que la desconectara. Obediente, Diego quitó el cable…pero él no sabía que era el cable de los aparatos de su abuelo.
Sin la máquina, el señor Justino murió en menos de 5 minutos.
Cuando el papá de Diego volvió, lo encontró llorando el lado de su abuelito, pidiéndole que despertara porque si no sus papás lo iban a regañar.
Al final llamaron al resto de la familia y a las autoridades para que se encargaran del asunto. Y aunque Diego lloraba porque pensó que había matado a su abuelito, al final toda la familia lo abrazó, pues había hecho lo que nadie se atrevía: terminar con el sufrimiento de Don Justino Silva.
La historia conmovió a todos la gente de Uruguay, y ha iniciado un debate sobre si deben permitir la Eutanasia para que la historia de Don Justino y el pequeño Diego no se vuelva a repetir.
¿Crees que es correcto que una persona en enfermedad terminal decida cuándo morir? Dinos en los COMENTARIOS; y si te conmovió la historia, no olvides COMPARTIRLA.
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